“Empantanar", Jordi Évole, La Vanguardia, 10/06/2023.


Reprodueixo aquest article de La Vanguardia, citant-ne l'origen, evidentment. La foto no és la que acompanya l'article, però l'he volgut posar perquè resumeix bé com va enfocar el PP la campanya del 28-M. Parlar dels governs autonòmics i dels ajuntaments? Au, va!: "derogar el sanchismo!" I què és "derogar el sanchismo"?: tornar a salaris mínims de misèria?, tornar a més precarietat laboral?, tornar a la congelació de les pensions?, limitar els drets de la dona com a Castilla y León?, derogar la llei que permet una mort digna?, suprimir l'ingrés mínim vital?, tornar a les garrotades i la presó a Catalunya?, més Doñanas i menys lluita contra el canvi climàtic? 

Lo único bueno de una guerra en nuestro país es que si a uno de los contendientes le diese por volar una presa, el agua no inundaría prácticamente nada, al tener los pantanos medio vacíos. Hasta qué punto ha de llegar la estupidez humana para reventar la presa de un pantano y pensar que puede ser una buena decisión, mientras decenas de miles de personas ven como su casa queda sepultada por el agua y sus vidas arruinadas. Solo un pirado o una pirada son necesarios para acabar con la obra que otros tardaron décadas en levantar.

 En España tuvimos un dictador que se hizo famoso por sus inauguraciones de pantanos. Le gustaba ver cómo se calmaban las aguas que bajaban con fuerza de la montaña, al contactar con el resto de agua ya estancada. Para hacer la metáfora completa, utilizó a miles de presos políticos para construir las presas.

No tengo ni idea de cuánta presión hace falta para reventar un embalse. Pero si la política española fuese un pantano, todo indicaría que la resistencia mostrada por el dique que en el 2020 construyó la izquierda con su Gobierno de coalición está a punto de reventar. Un Gobierno que se encontró, al mes de tomar posesión, con una pandemia mundial, luego con una guerra a ocho horas de avión y una inflación que no se conocía desde los años setenta.

pesar de su ruido interno, el Gobierno ha legislado pensando en los que peor lo podían estar pasando. ERTE, reforma laboral con creación de empleo récord, aumento nunca visto del salario mínimo, excepción ibérica del precio de la electricidad, control de la inflación muy superior a la media europea, aumento de las pensiones, ley de Vivienda, ley de la eutanasia.

Ah, y una ley llamada del solo sí es sí, que ha permitido centenares de revisiones a la baja de penas de violadores, con marcadores en televisión para actualizar a diario el número de agresores sexuales excarcelados. Nunca esos contadores sirvieron para actualizar el número de altas a la Seguridad Social o el de contratos indefinidos que se firmaban.

Mientras, el principal partido de la oposición ha visto cómo en estos tres años una líder regional se cargaba al presidente nacional y cómo convertían en presidente a alguien al que en otras ocasiones descartaron por sus amistades narcopeligrosas. Sus argumentos de oposición no han sido precisamente constructivos: acabar con el sanchismo por ser un gobierno ilegítimo, rendirse al independentismo (que vive su peor momento desde el 2017) o pactar con ETA (disuelta desde el 2018). Ah, y han pactado gobiernos con negacionistas del cambio climático, antivacunas o defensores de rebajar los controles sanitarios para favorecer la ganadería patria.

Con esas hojas de servicio nos plantaremos el 23 de julio ante las urnas y, atención, todos los indicios nos señalan que el partido de la oposición puede arrasar. La izquierda tiene seis semanas para darle la vuelta a los marcadores. ¿Cómo? Ni idea. 

De entrada sus votantes tendrán que olvidar los navajazos entre sus dirigentes de esta última semana. No exponerse demasiado a los sermones que se pronunciarán desde múltiples púlpitos mediáticos, orgullosos de ser colaboradores necesarios para demoler el sanchismo. Y esperar pacientemente al día 23 para salir de casa, a 35 grados a la sombra, camino del colegio electoral.

Tampoco me parece una tortura teniendo en cuenta otras actividades que hacemos a finales de julio sin quejarnos: festivales de música que arrancan a las cuatro de la tarde o jornadas maratonianas de playa con la protección de una triste sombrilla. La presa llega muy tocada a la recta final, pero la alternativa es el triunfo de los que sólo se han dedicado a empantanar.


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