“El Mundó sólo se puede salvar con el retorno al humanismo”. Rafael Argullol, La Vanguardia, 05/08/2025.

Rafael Argullol (Barcelona, 1949) és filòsof, escriptor i professor universitari. No el coneixia i aquesta entrevista a La Vanguardia me l'ha descobert. Per retenir-la i per compartir-la amb qui li pugui interessar i no en sigui soci o sòcia, la reprodueixo aquí. Per entrevistes així, per articles de fons com els de Lola García o Enric Juliana, pels punts de vista del seu director i resident a Sant Feliu, Jordi Juan i per seccions fixes com Longevity (ai, com comencen a pesar els anys…!) val la pena subscriure-s'hi.

L'entrevista és de la periodista Sílvia Colomé i les fotografies són de Xavier Cervera.

Hay obras que duermen en el casi olvido, como la famosa Trinità de Masaccio, oculta tras un retablo barroco en la iglesia Santa Maria Novella de Florencia hasta que unos trabajos de restauración en el siglo XIX la despertaron de su letargo. Lo mismo ha sucedido con El “Quattrocento” de Rafael Argullol (Barcelona, 1949), recuperado gracias a la reedición que Acantilado lleva a cabo de toda su obra. 

La reimpresión del ensayo, uno de los primeros del pensador catalán, a quien este año se le ha homenajeado con el libro coral Rafael Argullol, caminar, pensar, escribir (Acantilado) coincide con el 500 aniversario del inicio de una pintura que por primera vez utilizó la perspectiva lineal dando por inaugurado el Renacimiento. Casualidades del destino. Como el hecho de que la reedición llegue en el momento en el que más se necesita hablar de humanismo.

¿La relectura del ensayo le ha llevado a nuevas reflexiones? 

Me reafirmé en una idea: no ha habido ningún siglo en toda la historia de la cultura tan prodigioso como el Quattrocento. No conozco ninguna otra época con la sensación de autograndeza que tenían ellos. Fue un siglo en el que cambió la visión de la Tierra, se descubrió América y el mar pasó a ser uno solo. Cambió por completo la idea del cuerpo humano. Nosotros creemos que nuestra época es revolucionaria, pero el Quattrocento lo fue todavía más. En arte, es impresionante con Brunelleschi, Masaccio, Donatello… 

¿La reedición llega en un momento en que conviene reivindicar el humanismo? 

Personalmente, es lo que más reivindico. Europa, y diría que el mundo, solo se puede salvar con el retorno al humanismo. Un nuevo humanismo que tenga en consideración la situación actual del ser humano, del planeta e incluso del cosmos. Se tendrían que tener en cuenta los principios heredados del antiguo humanismo del Renacimiento, que a su vez estaba conectado con el humanismo de la Atenas clásica, y modificar algunos aspectos fundamentales. 

¿Por ejemplo? 

El antropocentrismo del Renacimiento es adecuado, pero se tiene que mantener otra relación con los seres vivos, lo que llamamos animales, y en general con la naturaleza. Inevitablemente, el humanismo florentino era eurocéntrico. Sin perder la memoria de la cultura europea, nuestra columna vertebral, tenemos que tratar de hacer un humanismo pluricéntrico que dialogue con otros humanismos de raíces diversas. Y debe integrar las modificaciones revolucionarias de nuestra época, como el papel de la mujer.

Con ellos también llegó el individualismo. ¿Se nos ha ido de las manos? 

El humanismo reivindicó la libertad individual, la dignidad del hombre y su dimensión creadora. Pero estaban lejos del individualismo que se practica en nuestra época. El de ahora muchas veces implica un retroceso, porque supone prácticamente la reducción del ser humano a una especie de mercancía que produce y consume. Y cuando muere, ya no interesa, no tenemos ni memoria. 

¿Hemos perdido libertades? 

En el Quattrocento también había violencia y represión. Más que pérdidas de libertades, se ha perdido la idea de grandeza y de dignidad del ser humano. Termino el libro con la frase de Pico della Mirandola Magnum miraculum est homo . ¿Qué escritor estaría en condiciones ahora de escribir que el hombre es un gran milagro? 

Al contrario. 

Esta es la gran diferencia, la sutil diferencia. Tenemos una idea mucho más grosera y casi diría que grotesca sobre qué es el ser humano. Estamos muy acostumbrados a la manipulación, a la tergiversación, al fake , al decorado.

¿Qué es lo que más les sorprendería de nuestra época a los protagonistas del Quattrocento? 

 A los grandes artistas les sorprendería mucho hasta qué punto ha habido una decadencia y degradación de la idea de arte. Entenderían a unos pocos artistas y les parecería increíble que llamásemos artistas al resto. Ellos no solo debían tener una maravillosa libertad de expresión, que fueron conquistando poco a poco, sino también una técnica extraordinaria. 

Los artistas del Quattrocento incorporaron los conocimientos científicos y tecnológicos en sus creaciones. ¿Qué papel puede jugar la IA en la creación? 

Ahora está planteada como un Internet que dialoga. No crea sola. El peligro que corre la humanidad no es solo el de la autodestrucción física, sino también la autodestrucción moral, espiritual. Que nos convirtamos en esclavos de nuestras criaturas, lo que plantea de manera milagrosa Blade Runner . Que la criatura sustituya al creador. El hombre contemporáneo cree que vive una vida después de la muerte de Dios. Si llega a suceder esto, será una vida después de la muerte del hombre. 

Quizá sea más respetuosa con el planeta… 

De momento se tiene que decir que la han educado bien. Habla de forma cordial. Ya me gustaría que en la vida cotidiana ocurriera lo mismo. 

¿Existe en la actualidad un lugar que emule esa Florencia renacentista? 

Las últimas ciudades que aglutinaron de una manera fabulosa la creatividad fueron París y Viena. El hambre creativa ya no está en Europa, solo hay turismo masivo. En estos momentos se hacen cosas muy importantes en Shanghai, Tokio, Seúl... gente dispuesta a cualquier cosa. 

¿Y en Estados Unidos? 

A pesar del triunfo de la segunda Guerra Mundial y de la imposición de la ideología americana, Nueva York no acabó de conseguirlo. Estados Unidos ha dominado durante tres cuartos de siglo. La última fase de su dominio es tecnológica. Por eso el mundo habla inglés, no por la calidad de su literatura. En el momento que caiga el imperio de Silicon Valley y se acabe el de Hollywood, su foco de expansión ideológica finalizará. 

¿Hasta qué punto Trump puede precipitar esta situación? 

Propone un repliegue creativo, un cierre en su mundo que no podrá resistir. Sin la posibilidad masiva que ha tenido la universidad americana de fichar cerebros europeos y asiáticos, no serían nada. Si Trump persiste y si los americanos le dejan persistir, puede acabar con Estados Unidos. Desde el 11 de setiembre y la pandemia, la sociedad americana es mucho más cobarde y vive más encerrada en ella misma. 

¿El totalitarismo está llegando? 

A medida que se hunde el humanismo, se menosprecia o se seca, la alternativa es el totalitarismo. La democracia ha sido un sistema absolutamente minoritario en la historia de la humanidad. Lo normal es la no democracia. 

De ahí ese nuevo humanismo… ¿para una nueva democracia? 

Una nueva democracia y una nueva idea de libertad y dignidad. Porque todo lo que atente contra la dignidad de los otros no es libertad, que es lo que le encanta al capitalismo más salvaje. 

¿Debemos trabajar la compasión? 

Sí, es muy importante. La compasión que aprendimos algunos como una idea religiosa, no es una idea religiosa. Es humanística. La compasión es compartir la pasión, la dignidad, la libertad. La compasión es saber que en el momento en que te estoy utilizando, estoy perdiendo mi dignidad. 

¿Es lo que ocurre con Israel? 

Siempre me he mostrado beligerante contra el antisemitismo. Pero Israel tiene que ir con cuidado porque la dignidad nueva que dio a la humanidad con el sacrificio terrible de Auschwitz, la puede desperdiciar con sus acciones. 

¿No lo está haciendo ya? 

Lo está haciendo y todo el mundo se lo permite. Entre ellos, Europa, a excepción del pobre Pedro Sánchez. No se puede combatir lo que está haciendo Netanyahu con fuegos de artificio. Nos tenemos que enfrentar cara a cara con las cosas, o acabaremos en el infierno.

Comentaris

Juan Bonilla ha dit…
Desde mi perspectiva liberal, encuentro varios puntos discutibles en la propuesta de Rafael Argullol sobre el “retorno al humanismo” como solución a los males actuales. Si bien comparto la preocupación por la dignidad y libertad humana, creo que su crítica al individualismo está desenfocada. El individualismo, bien entendido, es la mejor garantía de respeto, diversidad y protección frente a cualquier tipo de colectivismo o totalitarismo.

Me parece arriesgado reclamar un “nuevo humanismo” que, bajo la bandera de la compasión o la dignidad colectiva, abra la puerta a justificar intervenciones estatales o sociales que puedan entrometerse en la autonomía personal. La historia nos demuestra que poner el supuesto “bien común” por encima de los derechos individuales suele derivar en la restricción de libertades y el fomento de sociedades paternalistas.

Por otro lado, creo que la visión crítica sobre la mercantilización del ser humano olvida que el mercado libre no degrada, sino que potencia la creatividad, la cooperación voluntaria y la oportunidad de cada persona para desarrollar su proyecto vital. La pluralidad y la libertad de elección son imprescindibles para el verdadero progreso humano.

En resumen, desconfío de fórmulas colectivas o morales superiores que aspiren a reeducar a la sociedad. Prefiero apostar por la RESPONSABILIDAD y la LIBERTAD INDIVIDUAL, convencido de que ese es el camino más seguro y justo para defender la dignidad y evitar los riesgos del poder arbitrario.
Jordi San José ha dit…
Bona tarda, sr. Bonilla.
Com que les nostres diferències en conviccions i en cultura política són molt grans i, sobretot, perquè no sé si interessen a gaire gent, no li anava a contestar. Vostè és un liberal que creu que la iniciativa privada i la llibertat de mercat han de ser en exclusiva la base de la societat i el motor de l'economia, i jo no discuteixo el dret a la iniciativa privada en l'economia, però sí que crec que la iniciativa privada ha d'estar regulada i controlada per l'interès general, representat pels representants democràtics de la ciutadania, valgui la redundància.
Però vostè parla, i cito textualment, de "supuesto "bien común"" en el segon paràgraf. Nega, per tant, la pròpia existència, d'un interès general que estigui per sobre de l'interès particular i, si l'arriba a admetre, no el considera en cap cas prioritari perquè la llibertat econòmica individual està per sobre i no pot ser coartada per cap intervenció pública que ataqui l'autonomia personal.
Amb un to amable i amb voluntat pedagògica, vostè entra en diversos espais oberts al diàleg (aquest mateix blog, el Fer a Sant Feliu, etc.) per dir el mateix que el senyor Reagan i la senyora Thatcher: "no existeix la societat, l'interès general, sinó només l'individu, la seva llibertat particular". No cal que ho disfressi de teoria econòmica sobre les bondats de la llibertat i la desregulació del mercat: vostè defensa, simplement, la llei del més fort. El "bé comú " no és cap patranya, ni cap fre ni obstacle, ni cap inconvenient. Considerar i prioritzar el bé comú sense posar en qüestió la llibertat individual és una conquesta històrica dels homes i dones que han lluitat i continuaran lluitant per la igualtat de drets, deures i oportunitats.
Li suggereixo que no entri contínuament en aquest blog per qüestionar també contínuament la lluita per la igualtat, encarnada en milions d'homes i dones que tenen com a bandera, com el senyor Argullol, com jo mateix, els valors de la fraternitat i la solidaritat.
Juan Bonilla ha dit…
No puedo dejar de agradecerle su réplica, ya que me brinda la oportunidad de aclarar algunos malentendidos. Usted me atribuye la frase de Margaret Thatcher —en realidad: “No existe tal cosa como la sociedad. Hay hombres y mujeres individuales y hay familias”— como si fuese una negación de la cooperación humana o de cualquier sentido de comunidad. Sin embargo, tanto Thatcher como Reagan no pretendían afirmar que las personas vivan aisladas, sino que el sujeto moral y jurídico fundamental no es una entelequia abstracta llamada “sociedad”, sino las personas concretas, libres y responsables.

Cuando Thatcher o Reagan defienden la primacía del individuo, no niegan la existencia de intereses comunes, sino que cuestionan que exista algo así como “el bien común” definido y administrado desde arriba por un poder político con capacidad de imponerlo a todos. Su visión es que el bien común emerge de la libre interacción de individuos voluntariamente cooperantes, no de un plan central que decida qué es lo mejor para todos y obligue a cumplirlo.

Usted defiende que la iniciativa privada debe estar “regulada y controlada por el interés general, representado por los representantes democráticos”. El problema, desde una óptica liberal, es doble:

¿Quién define ese bien común? La respuesta habitual es: el Estado, a través de sus representantes. Pero eso equivale, en la práctica, a que una mayoría circunstancial imponga su visión particular al conjunto, incluso a las minorías que discrepen.

El riesgo del poder excesivo: Cuando el Estado se erige en intérprete supremo del bien común, no sólo regula, sino que concentra poder, y esa concentración ha demostrado históricamente ser fuente tanto de abusos como de ineficiencia.

La acusación de “defender la ley del más fuerte” invierte el razonamiento: en un mercado libre, la fortaleza viene de servir mejor a los demás, ofreciendo bienes o servicios que la gente quiere adquirir voluntariamente. En cambio, bajo un esquema regulador omnipresente, el “más fuerte” es el que controla el aparato político y dicta normas que favorecen a unos en detrimento de otros, algo mucho más difícil de evitar, porque el poder está concentrado y legitimado para imponer.

Thatcher y Reagan veían la libertad económica no como un capricho ideológico, sino como condición para una cooperación pacífica y mutualmente beneficiosa. Creían que la solidaridad auténtica es aquella que nace de la voluntad, y que cuando el Estado la impone a golpe de decreto deja de ser solidaridad y se convierte en obligación,

En definitiva: el liberalismo no niega la fraternidad ni la solidaridad; sólo sostiene que deben ser libres, no forzadas, y que “el bien común” no es una receta única dictada desde el poder político, sino el resultado de millones de interacciones pacíficas entre individuos que respetan mutuamente su libertad.

En cualquier caso, no se preocupe: respetaré su espacio y dejaré de intervenir en su blog, pues percibo que mi punto de vista no encaja con el enfoque que usted desea transmitir. Me olvidaré de este foro, ya que parece que, para usted, quien lo escribe conoce mejor que todos los ciudadanos juntos lo que es el “bien común”. Desde el liberalismo, en cambio, creemos que no hay nadie que posea ese conocimiento superior, y que la verdadera humildad consiste en poner siempre a la persona —con su libertad y responsabilidad— en primer lugar.

Le deseo lo mejor en sus reflexiones y debates.