"Lo que Ayuso no ha explicado", Susana Quadrado. La Vanguardia, 16/03/2024.
Accedeix aquí al text original de La Vanguardia. |
Cerramos semana con Isabel Díaz Ayuso en el ojo del huracán, que se decía en las viejas crónicas. Estos días a la presidenta de la Comunidad de Madrid se la bombardea por tierra, mar y aire por su novio, Alberto González Amador, de quien ahora ya conocemos hasta su talla de calzoncillos. Al susodicho se le investiga por defraudar a Hacienda en la pandemia, algo muy feo pero que, sin duda, está en otra longitud de onda del escándalo Koldo García, el comisionista de las mascarillas amigo de Ábalos. ¿Es Díaz Ayuso responsable de su novio? No. Sí, en cambio, de aplicarse a sí los estándares de rendición de cuentas que reclama a los demás. Como mínimo, tiene que explicar si lo sabía o no.
Aunque sospecho que Ayuso esquivará la bala del novio igual que ha hecho durante cuatro años con los protocolos de la vergüenza que se distribuyeron en la primera ola pandémica en los geriátricos. Aquí sí que no hay dudas sobre la responsabilidad de la presidenta. Es total. Madrid duplicó la cifra de fallecidos en residencias respecto a la media autonómica. ¿Qué pasó?
Mientras la conversación política se entretiene con el tal Alberto por ser quien es, 7.291 familias llevan cuatro años esperando a que alguien responda políticamente por dejar morir de cualquier manera, como ratas, a sus abuelos. Eso sí que es grave.
Ayer, en el Ateneo de Madrid, recordaron lo sucedido familiares, juristas, entidades sociales y expertos sanitarios. La comisión ciudadana por la verdad. Su informe demoledor revela que el fallecimiento de muchos mayores –hasta 4.000– se pudo haber evitado y que no hubo una atención sanitaria adecuada por decisiones políticas y de gestión discriminatorias.
A los cuatro años del estado de alarma, importa más el novio de la presidenta que los ancianos que Madrid dejó morir como ratas. Entre marzo y abril de 2020 circularon hasta cuatro protocolos, emitidos desde el gobierno regional, que pedían no trasladar a los hospitales a los enfermos de covid por lugar de residencia, discapacidad física o deterioro cognitivo, así como carecer de seguro privado. La ejecución de esas órdenes venía supeditada a una medicalización de las residencias que nunca se llegó a hacer. Protocolos cual sentencias de muerte.
Ayuso continúa diciendo que se hizo todo bien. Suya es la reciente frase “no se salvaban en ningún sitio”, que viene a ser casi idéntica a “morirían en cualquier sitio”. Pero no es lo mismo que no salves tu vida que morir. Lo primero implica impotencia: se hizo lo imposible para salvarlos. Lo segundo, dejadez: morirán igual. Se aplicó el principio de Arquímedes según el cual la economía importa más que el final de la vida. Escrito con otras palabras: ¡que se jodan los viejos!
Causa estupor que a la misma clase política que ahora se acuchilla a cuenta del novio de Ayuso le resbale el drama de las residencias. No hay explicaciones, y menos una comisión de investigación. Tampoco el fiscal mueve un dedo. Conclusión: a nadie le importan un pito los mayores. Ni antes, ni ahora. Solo hay promesas incumplidas y una cínica condena a que permanezcan callados y meados en algún rincón de un geriátrico hasta que otro virus ponga la corona sobre su lecho.
Aquí podeu accedir al web de la Comisión Ciudadana por la Verdad en las Residencias de Madrid. |