¡Hasta siempre, Rosi!
Això és, més o menys, el que vaig dir quan la vaig acomiadar, amb l'emoció continguda, fa quatre dies al tanatori:
Rosi, ya ves, cuanta gente ha querido rendirte hoy su personal y último homenaje. Vicente, Charo, Fran, Aida, Tatiana, Marta, Yoryana; Katia, Nina, Julia y el resto de la familia, ya véis cuanta gente la quería, os quiere, os quiere acompañar en vuestro dolor, hacer un poquito menor vuestro desconsuelo.
Rosi, ya ves, cuanta gente ha querido rendirte hoy su personal y último homenaje. Vicente, Charo, Fran, Aida, Tatiana, Marta, Yoryana; Katia, Nina, Julia y el resto de la familia, ya véis cuanta gente la quería, os quiere, os quiere acompañar en vuestro dolor, hacer un poquito menor vuestro desconsuelo.
Rosi se hacía notar y se hacía querer. Desde el primer momento que llegásteis a Sant Feliu hace veinticinco años, procedentes de Madrid y de vuestra querida Asturias natal.
Rosi se hacía notar por su forma de ser y yo creo que se hacía querer por su forma de hacer. Se hacía notar porque su presencia llenaba cualquier espacio en que estuviera: su voz, sus risas, su alegría, su vitalidad, incluso en las circunstancias más adversas. Incluso hasta el final, porque esa vitalidad ahogó y no dejó salir al dolor seguramente intenso que ya la corroía por dentro.
Se hacía querer porque su empatía, su generosidad, su compromiso, su solidaridad, su amor nos alcanzaba a todos. En primer lugar y sobre todo, a su familia. Al gran amor contra viento y marea de su vida, a su Vicente. Y a sus cuatro hijas, sus parejas y las nietas que vinieron con ellas. Pero ese capacidad de amar no se encerró y se limitó a su casa, sino que nos llegó de una manera u otra a todos y a todas los que estamos aquí. Llegó a sus compañeros y compañeras del Partido, allá en Asturias y aquí en Sant Feliu, donde Rosi y Vicente han sido personas muy activas y queridas, en su lucha por los derechos de la clase trabajadora. Llegó a sus compañeras del Casal de la Dona, que la querían y valoraban por su lucha por los derechos de la mujer. A sus vecinos y vecinas de su escalera, de su barrio, de la escuela Monmany, la de Aida y Tatiana. Y esa forma de ser, de hacer, de amar, llegó hace años también a la residencia La Mallola, donde ahora trabajaba y donde estaba a punto de coger su jubilación, donde su cariño y respeto hacia los abuelos y las abuelas era infinito, como mi mujer y yo pudimos comprobar con el trato a nuestro tío cuando estuvo allí.
Ahora Rosi se nos ha ido. Pero vamos a hacer todo lo posible para que no se nos vaya.
Vamos a acompañar sobre todo a Vicente, que se queda huérfano de vida, y necesitará que estemos mucho a su lado. También a sus hijas, hijos y nietas, que vivirán con desconsuelo ese vacío con el que van a tener que convivir. Y vamos todos a hacer que no se vaya: teniéndola presente, hablando de ella, recordándola en los momentos y en las maneras como estuvo con nosotros, celebrando haberla conocida, celebrando haber compartido con ella un tramo largo y provechoso de nuestras vidas.
Rosi, como ves, te queremos y te querremos porque has dejado una huella hermosa e imborrable en nuestras vidas.
Descansa en paz, y da un abrazo enorme a tu padre, vuestro querido Manolín, allá donde sea que vayáis las personas buenas.
Rosi, te has ido, pero te prometemos nunca te irás!!!
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